Existe una mística, una
magia en la Copa Santander Libertadores que no la tiene ningún campeonato de
clubes en el mundo, ni siquiera la Uefa Champions League, y es el papel del
público en cada partido.
El marco que hubo anoche en
el Estadio Centenario de Montevideo le erizó la piel a más de uno y recordó las
épocas gloriosas del equipo más grande de Uruguay, ese que ganó 5 copas
libertadores, 3 intercontinentales y en el que brillaron varias generaciones de
jugadores uruguayos que llegaron a varias Copas del Mundo con la selección
Charrúa.
Bengalas Rojas,
ensordecedores cantos y cientos de banderas componían el ambiente de un Centenario con más
de 55 mil espectadores. De Argentina, llegaron cerca de 5 mil hinchas, cuya voz
no se escondía a pesar de la gran desventaja numérica con los hinchas de
Peñarol. Los equipos salieron y la neblina dificultaba la visión de los
jugadores.
Se cumplió con el protocolo
y cuando se despejó el humo de las bengalas el juez dio inicio al partido. En los
primeros minutos, el balón no tenía un dueño claro y el encuentro era muy
disputado en la mitad del campo.
La primera opción llegó cuando
el volante uruguayo Mier sacudió el arco de Barovero, quien debió estirarse para
sacar con su brazo derecho un difícil remate que por poco se clava en el
ángulo.
Todo presagiaba que Peñarol acorralaría a Vélez y le haría sentir la
presión de la localía.
Sin embargo, el equipo
argentino, mostrando gran experiencia y madurez empezó a congelar el partido,
teniendo el balón y ensanchando el campo, gracias a la intervención de sus
jugadores más sobresalientes en el ataque, Ricardo Álvarez, Augusto Fernández,
el “Burrito” Martínez y con el apoyo de Papa y Zapata en las bandas.
Vélez empezó a generar
claras opciones de gol, la primera en los pies del ex jugador del Cúcuta,
“Burrito” Martínez, quien recibió un pase de Álvarez, después de una pared con
Papa. El arquero de Peñarol, Sebastián Sosa rechazaría el balón.
Minutos más tarde, Papa
recibe un pase del “Burrito”, que ingresa al área después de arrastrar la marca
de tres defensores uruguayos y deja al lateral argentino de frente a Sosa, pero
definió incómodo y elevó el esférico.
Peñarol respondió con
Martinuccio, quien envió el balón al poste izquierdo de Barovero. La jugada la
inició Mier, quien desde el costado derecho centró rasante, la zaga argentina
deja pasar y el volante argentino al servicio del equipo uruguayo por poco abre
el marcador.
Vélez seguía manejando el
balón, Peñarol seguía concentrado en defensa y pacientemente esperaba para atacar.
Su sapiencia tuvo fruto al minuto 44 cuando el experimentado lateral Darío
Rodríguez cabeceó un centro de tiro de esquina al primer palo y el balón pasó
al otro extremo, imposible para Barovero. Locura en el Centenario, decepción en
Vélez y sobre todo en la cara de su entrenador Gareca. Concluía así la primera
etapa.
Segundo
Tiempo
La segunda parte iniciaba
con un Vélez volcado al ataque, que tenía en sus volantes ofensivos y en su
delantero estrella Silva, las principales armas de ataque. Los jugadores de
Peñarol sabiendo de la importancia de llevarse una victoria, así fuese por un
gol, y sin recibir ninguno en contra, quería cerrar el partido y si era posible
buscar un segundo.
La terna arbitral se hizo
notar cuando una jugada discutida terminó en gol de Vélez. El línea anuló la
acción por una mano de Martínez, que
recibió un centro de Augusto Fernández , y en el aire movió la cabeza y la mano
derecha simultáneamente, el balón le queda en el piso y remata cuando Sosa
intentaba achicar.
El partido continúo, esta
vez más enredado y disputado. Ambos equipos lucieron poco claros en la zonas
definitivas del campo y ni Vélez con casi todos sus jugadores volcados al
ataque fue efectivo para empatar, ni
Peñarol que usaba a dos jugadores únicamente para el ataque contra los pocos
defensores que dejaba el equipo argentino en la parte posterior.
La serie está abierta y en
Buenos Aires, Vélez buscara revertir el resultado mediante la tenencia de balón
y la efectividad de sus jugadores ofensivos. Peñarol, intentará contener el
poder goleador de los jugadores argentinos, con la férrea defensa, la garra y
el deseo de ser finalistas, componentes que han marcado la historia del fútbol
uruguayo.

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